276 años después del compromiso, y como si de 1745 se tratase, los herreños volvieron a cumplir con la Madre Amada, la LXIX Bajada vivió su “Gran Día”, El Hierro cumplió con El Voto trasladando a la Patrona desde su santuario en La Dehesa a la Villa de Valverde, “…. vecinos que no tuvieren legítimo impedimento al Santuario y Ermita de la Señora y con el mayor culto y veneración la conducirán a esta Villa que haya o no urgente necesidad…” 20 horas de intensa jornada, cargadas de emoción, de alegría, con el manto de la Patrona cubriendo en forma de nubes y ligera lluvia el primer tramo del camino, la Madre Amada recordó a sus hijos que Ella también recuerda la promesa, que Ella sabe los que es La Bajada.
“Todas las jurisdicciones sacaron al imagen de su Santo Patrono y hubieron regocijos como de costumbre” (Andrés de Candelaria, 1869).
Arrancó la jornada con el pito de Sabinosa reclamando “oreja” y con el llegó la música, el baile, llegó la venia de los gaveteros, el saludo a la Virgen de los Reyes, preludio de un Día Grande.
Oficio religioso, palabras para los peregrinos, eucaristía de “despedida” para una Patrona que deja La Dehesa vacía hasta La Subida, una ausencia para estar aun más presente y más cerca de los herreños, primero La Concepción, para después caminar hacia San Pedro, La Consolación, Candelaria, San Andrés, San Antón y San José.
Los hombros de los pastores, talega a la espalda, en una mano el palo de guardar y en la otra el abrazo a la Madre Amada, el silencio de La Dehesa, que casi siempre es el viento que sopla de La Cumbre marcaron los primeros pasos del Camino.
Entregaron la custodia los pastores a ayuntamientos y Cabildo, Belén Allende y Juan Miguel Padrón; Miguel Ángel Acosta y Daniel Morales, sobre sus hombros y hasta la Piedra del Regidor “la prenda de los pastores”.
Volvió a sonar Baile de la Virgen, pelearon las notas de Sabinosa contra el ruido del viento que azotaba el exigente primer tramo del camino, momento para que aquellos que por primera vez se sumaron a los herreños para cumplir El Voto, descubrieran una pincelada de la idiosincrasia herreña, “el subir y el bajar” tiene su “herreña” particularidad y el Camino de la Virgen no podría ser menos.
Se “alongó” La Patrona al letime en La Gorona, miró hacia Sabinosa, momento del primer descanso del Camino, para reponer fuerzas y contemplar desde los 1.000 metros de altitud El Cres, apenas dejó la climatología oportunidad para que se viese la amplitud de La Dehesa y el arco de El Golfo.
El esfuerzo continúa, la música y el baile, no cesan, tampoco la pendiente, a fin de cuentas, el techo de El Hierro es parte del camino, Malpaso antes de la Cruz de los Reyes, la de los Humilladeros, parada del desayuno.
Endureció la climatología la parada del desayuno, arreció el viento y humedad de las nubes se hizo lluvia, llegó el frió para castigar unos músculos que El Cres había curtido y los que la subida de Binto recordarán “por ver a la Madre Amada ….”.
Apenas dejó adivinar la niebla que más abajo de las Colgadas de Binto el mar siempre es calma en la inmensidad del Atlántico, la verticalidad de El Hierro en este tramo del Camino, un respiro para dejar que vuele la mente, antes del torrente de emociones de este día vuelva a desbordarse.
El Pinar esperaba con San Antón, tiempo de raya, de encuentro entre piñeros y gaveteros, tiempo de “oreja” de coger el toque, de venía del Patrón a la Virgen de los Reyes, tiempo de caminar hacia Malpaso, 1.501 metros, el techo herreño, respiro de la climatología para reconfortar con los primeros rayos de sol del día.
Sentó la Virgen El Pinar al pie de la Cruz, la de la Patrona, la de los Reyes. Entraron los pueblos a saludarla, El Golfo en la bandera, San Lorenzo en las andas; de la mano de San José entraba Isora; San Andrés con espigas de los campos Nisdafe, ambos, los pueblos de Azofa; los de El Norte, el otrora Barlovento, con San Pedro con las llaves del reino de los cielos.
Se juntaron las banderas, los tocadores, los bailarines, sonó el toque durante un breve instante, paró la Venia General, hubo eco de notas del Baile de la Virgen, silencio y murmullos, afloró el pique, voces que apagó un gran grito,
!viva la Virgen, viva! paso a las loas, a tender el mantel y reponer fuerzas, la jornada apenas estaba en su pactado ecuador.
Terminada la Tendida de Manteles, levantó la Virgen El Pinar, para que en unos metros El Golfo tomase el relevo en El Cepón, raya cóncava que permite ver en su amplitud el cambio de patrón. Subió San Lorenzo para situase al pie de la Virgen, el Camino se hace estrecho en el Pico Tenerife, mientras permite contemplar el Sur de El Hierro, rivaliza con Dos Hermanas, mitad del Camino, El Golfo se dejó ver.
Repitieron encuentro San Lorenzo y San Antón en La Llanía, a la sombra del monteverde, donde el Camino se hace fácil y la Carretera de La Cumbre deja ver a los pies de Fireba, que son miles los que acompañan a la Madre Amada.
Tajaraste en La Mareta, San Antón entrega a San José, cuando la chácara es la que manda, todo se hace más lento en el baile, y el Camino se encuentra con el polvo del Jorado, y se hace bajada, lento descenso hacia el descanso en el San Andrés de las Cuatro Esquinas.
Antes relevo, allí donde una día una cruz recordó el fallecimiento de un niño, hoy donde se juntan los pueblos de Azofa, San José deja “La Prenda” a San Andrés. La Cruz del Niño enseña Nisdafe, y un nuevo descenso del Camino, si El Cres exigía esfuerzo en la subida, llegar a los 1.000 metros de altitud, lo hace en la bajada, “ahora lo entiendo” reflexionaban los que vivían su primera Bajada.
Descanso en Cuatro Esquinas cuando la luz del día menguaba, cuando se advertía que La Villa estaba un paso más cerca, antes, la cita entre San Andrés y El Norte, también donde el viario herreño posibilita partir hacia cualquiera de los puntos cardinales.
San Pedro acompaña a la Madre Amada en Cuatro Esquinas, penúltimo relevo, del día, fuerza en el baile cuando El Norte y San Andrés se cruzan.
Se iban los últimos rayos de sol del día cuando la comitiva enfilaba Tejegüete, El Norte se encontraba con La Villa, San Pedro con San Isidro y el camino de La Villa cruzando Tiñor. Retraso en la entrega, cuando el reloj anunciaba que La Bajada no entiende de horarios y que la llegada a La Concepción sería cuando se llegase.
Y ese momento llegó, la Madre Amada recorrió La Calle, Virrey de Manila, Rodríguez Sánchez y Espinosa, para cruzar el pórtico de la Iglesia de La Concepción, se desbordó la emoción, desapareció el cansancio, retumbaron las paredes de la iglesia y los ojos se aguaron con las lágrimas.
!Viva, la Virgen, viva¡, la Madre Amada estaba sentada en el Altar Mayor, era el epílogo de Gran Día, El Hierro cumplió con El Voto.

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